jueves, 31 de marzo de 2011

Qué libro estás leyendo? Parte II

A leer se ha dicho!! y a incentivar a los más pequeños...

Hace varios días que no publicaba esta sección, la cual es muy importante en este blog!! (Puesto que es mi intención incentivar la lectura de los más pequeños y por qué no de los grandes. Si los grandes que rodeamos a los más pequeños no leemos a menudo, ello no lo aprehenderán como un hábito propio)

Lecturas actuales y algunos pendientes:

Operación Masacre,  de Rodolfo Walsh. Lo empecé aprovechando el finde del día de la memoria y para introducirme un poco en la vida y obra de su autor. Quien desde el 25 de marzo de 1977 se encuentra desaparecido.
Me atrapó y ya lo he terminado. Lo recomiendo. Está en la web :

http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article836


Retiré de la Biblioteca Popular Sarmiento: Rayuela de Córtazar. Lo tengo pendiente. Espero porder hacerme un tiempo, ya que la maternidad ocupa gran parte del día...


Les cuento que sigo teniendo en mi mesita de luz:

El Arte femenino de amamantar - Liga de la leche(releyendo algunos capitulos, ya que lo leí en 2008 cuando fui mamá por primera vez)

Bésame mucho - Carlos Gonzalez (ya lo terminé, pero lo releo de tanto en tanto)

Dormir sin lágrimas- Rosa Jové (recién empezando a leerlo y de a poco lo mecho con otras lecturas)
Mi niño no me come- Carlos Gonzalez (lo voy leyendo de a poco, aunque hace varios días que lo tengo abandonado)



Y por supuesto que está presente y voy leyendo:

Adiós a la Aldea- Daniel Alonso (El último libro escrito por mi papá, en el que se recopilan las más destacadas historias, publicadas en La columna de Los íconos y el Timing, de un destacado diario de Comodoro Rivadavia)

Exigencia en las escuelas y maltrato psicológico en las escuelas.

Por Carina Tacconi

Exigencia en las escuelas,  una modalidad de vínculo cargada de violencia psicológica que genera desequilibrios  graves en los niños de hoy.
Inseguridad, ataques de pánico, extremo control, miedo, síntomas físicos, desgano, parálisis, tristeza aguda, son algunos de los síntomas que aparecen por el uso de este recurso inhumando.
                    “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”
                                                                                                                               Albert Einstein

Los niños de hoy poseen capacidades naturales, innatas muy marcadas, solo es necesario detenernos, salir de nuestra soberbia, mirarlos y escucharlos en profundidad para comprobar que esto es así.
Las capacidades que estos niños tiene por naturaleza son: extrema sensibilidad e inteligencia emocional, aguda percepción del mundo psico, emocional y espiritual de las personas que los rodean, altísimos grados de percepción e intuición, tienen una mente más desarrollada que la del mundo adulto dado que pueden manejar diferentes niveles de conciencia, esto los lleva a aprender mucho más rápido, a tener capacidad de atender varias cosas a la vez,  capacidad de autogestión y si se les permite pueden ser autodidactas en temas que les resultan de sumo interés, pueden reconocer y nombrar el autoritarismo, la injusticia, las incoherencias del mundo adulto, sus metas, sus propósitos,  y el maltrato psicológico con una facilidad increíble, pueden expresar con claridad aquello que piensan y sienten  pagando muchas veces costos altos. Su cerebro, con sus dos hemisferios activos y trabajando sincronizados les da la capacidad de ver y percibir la realidad de un modo no lineal y estructurado, por eso tienen un alto sentido de la justicia, sensibilidad ecológica, capacidades psíquicas altísimas y un nivel de percepción del mundo físico, emocional y espiritual diferente al niño de otras generaciones.
El niño de hoy ha cambiado y su modo de aprender también.  Con este cambio las madres, los docentes y las instituciones educativas se ven invitadas u obligadas a cambiar o a desequilibrar y dañar a los niños.
El sistema educativo tradicional, no mira al niño de hoy con amplitud de conciencia.  Y si lo mira lo reprime exigiéndole que se ajuste a un modelo que resulta ineficaz y limitado para ellos y las capacidades naturales que traen de nacimiento. Esta realidad, hace que el niño no aprenda en su escolaridad a sentir Amor por aprender, todo lo contrario, detestan ir a la escuela. Por obligación, miedo a ser rechazados,  no integrados, discriminados, enjuiciados,  descalificados,  van reprimiendo su verdad interna y su potencial para acomodarlo a lo que el afuera le pide. Con  gran esfuerzo aprender a silenciar su naturaleza, a limitarse y acotar su funcionamiento a la capacidad de pensamiento racional. Estimulada en exceso  su capacidad de incorporar conocimientos (Hemisferio izquierdo del cerebro) y reprimido su potencial natural (Hemisferio derecho), comienzan, tarde o temprano a manifestar desequilibrios primero de orden emocional, luego psicológicos y después  físicos. Miedo, extremo control, pánico, ataques de llanto o ira, enojo con la autoridad, rebeldía, apatía, hasta depresión y fobias. Dejan de dormir, pueden hasta llegar a no control esfínteres, a temer que los padres desaparezcan.
Si a esta realidad se le suma además el maltrato psicológico usado como recurso para someter aún más su naturaleza y conseguir más resultados intelectuales, los desequilibrios y las sensaciones internas que pueden experimentar los niños de hoy pueden generar daños graves que llevará mucho tiempo y esfuerzo sanar. En mi experiencia me ha tocado acompañar niños de 9 años de edad, con intentos de suicidio, ataques de pánico que les imposibilitaban responder a requerimientos básicos como salir de la casas, separarse de los padres o entregarse al sueño. Su estructura psicológica queda en estado de tensión y alerta permanente. A mayor exigencia y maltrato psicológico, mayor manifestación de la parte reprimida, una parte que estuvo siempre pero que ahora aumenta su voz y su presencia usando el lenguaje que nadie puede silenciar, el emocional o el físico.
Esto sucede, esto se ve, esto lo vivimos a diarios madres, docentes e instituciones.
¿Qué esperamos para cuestionarnos, para desconfiar de las certezas que nos protegen y nos mantienen en un lugar “seguro”, qué esperamos para responsabilizarnos de aquello que estamos aportando para que nuestros niños sufran como lo están haciendo?
El niño de hoy no necesita métodos arcaicos cuya función principal sea la de mantenerlos quietos y obligarlos a incorporar conocimientos que quedaran desactualizados antes de que terminen la escolaridad. El niño de hoy aprende a partir de la experiencia y la liberación de sus capacidades naturales y la instrumentación de sus dones. Los niños de hoy piden educación además de  instrucción. El sentido de la palabra educar es Dar a luz lo que tenemos dentro.
El sistema tradicional, aquel al que nos sometimos los adultos silenciando nuestra naturaleza, “sirvió” para nosotros, niños que no siempre nos dimos el permiso para nombrar lo que sentíamos y defender nuestros puntos de vista. Pero este sistema no sirve para los niños de hoy puesto que su naturaleza y potencial es tan grande que se expresa con palabra, con síntomas emocionales, psicológicos o enfermedades físicas.
¿Qué estamos esperando para evolucionar?¿Qué costos tendrán que pagar nuestros niños para que el mundo adulto los escuche y se atreva a ver más allá de su limitada mirada?
Las madres somos las primeras responsables, nos toca mirarnos y ver qué hacemos para defender y cuidar con firmeza a nuestros hijos  de un sistema cada vez más inhumando y depredador. Salir del rol  sumiso que nos hace pecar en aceptación, incluso de cosas que dañan lo que decimos amar más y ser la voz del cambio que nuestros niños piden a gritos cargados de una mezcla de pánico y valentía y salir con fuerza a pedir el cambio en las instituciones.
            La decisión es nuestra dado que el cambio empieza  SIEMPRE por uno mismo.
Carina tacconi

martes, 29 de marzo de 2011

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El ejemplo como padres

Hace varios días que  vengo reflexionando cómo cada pequeño accionar como padres influye en la educación de nuestros hijos. Estamos educando hasta cuando no creemos estar haciéndolo.

A propósito de esto encontré este texto y me pareció interesante compartirlo con ustedes:

EL EJEMPLO COMO PADRES
 (Mucho más que normas de educación)
 por Liana Castello, escritora argentina.


Siempre que hablamos de padres e hijos, surge la palabra ejemplo. Ser padres es, sin duda, lo más maravilloso que nos puede pasar, pero a su vez, es algo muy delicado. Más allá de las diferencias que podamos tener, es inevitable ser para nuestros hijos un ejemplo constante. No es por esto que ellos vayan a repetir exactamente nuestros actos, pero sí algo parecido.




Muchas veces, tendemos a pensar que el ejemplo que les damos se circunscribe a normas de educación. Les enseñamos a decir “gracias” y “por favor”, a saludar, a respetar a los mayores y un sin fin de etcéteras que son realmente importantes, pero no lo único. No basta con la palabra, hay que predicar con el ejemplo. Si nuestros hijos ven que no respetamos, difícilmente respetarán, si ven que no saludamos, creerán que no es necesario y si nosotros no pedimos por favor, el día de mañana exigirán, en lugar de pedir.



Esto es claro, pero ¿qué pasa a la hora de predicar otro tipo de cosas con nuestro ejemplo? Hay actitudes que nos mueven en la vida y van más allá de una norma de educación: la voluntad, la pasión, la perseverancia, la capacidad de soñar, entre otras. ¿Nos hemos puesto a pensar si, como padres, somos para nuestros hijos ejemplo de alguna de estas actitudes? Si ellos ven que nos apasionamos por lo que hacemos, más fácil les será amar lo que hagan. Si ven que no bajamos los brazos a pesar de las dificultades, seguramente no los bajarán ellos tampoco.



Si les mostramos que no hay edad para soñar, sin duda soñarán siempre. Nos guste o no, somos algo parecido a un espejo donde nuestros hijos se miran para -tal vez- tener una idea de cómo serán ellos de adultos. La imagen de este espejo no sólo debe reflejar buenos modales, sino también ganas, alegría, garra, cosas que tienen que ver con “el adentro” de cada uno de nosotros. Hacer nuestra tarea con amor, entusiasmarnos con y por la vida, no darnos por vencidos, perseguir un sueño son actos que nos hacen bien a nosotros, pero también a ellos.



Si nosotros dejamos de intentar ¿con qué derecho les enseñaremos a perseguir lo que quieren? Si no ponemos amor en cada pequeña y gran cosa que nos toque hacer ¿con qué autoridad les pediremos a ellos que cumplan con alegría sus responsabilidades? ¿Si no nos apasionamos por algo? ¿Cómo les inculcaremos que ellos lo hagan? Educar a un hijo es una tarea no sólo hermosa y difícil, sino inmensa. Está llena de pequeños y grandes detalles. Nuestro ejemplo también.



Ellos nos miran cuando cruzamos bien o mal una calle, si respetamos o no un semáforo, pero también ven cuando amamos lo que hacemos, cuando creemos que podemos, cuando sentimos que vivir es infinitamente más que sobrevivir. Hagamos lo posible para que cada vez que nuestros hijos se miren al espejo que somos, vean reflejada una imagen que les enseñe a ver que la vida vale la pena ser vivida, no sólo por ellos, sino por nosotros también.



Fuentes: EnCuentos

domingo, 13 de marzo de 2011

El lenguaje simbólico en los cuentos populares

Por Víctor Montoya*

Los cuentos populares son alimentos para el alma del niño, estimulan su fantasía y cumplen una función terapéutica; primero, porque reflejan sus experiencias, pensamientos y sentimientos; y, segundo, porque le ayudan a superar sus ataduras emocionales por medio de un lenguaje simbólico, haciendo hincapié en todas las etapas -periodos o fases- por las que atraviesa a lo largo de su infancia.

Cuando el niño lee o escucha un cuento popular, pone en juego el poder de su fantasía y, en el mejor de los casos, logra reconocerse a sí mismo en el personaje central, en sus peripecias y en la solución de sus dificultades, en virtud de que el tema de los cuentos le permiten trabajar con los conflictos de su fuero interno. El psicoanalista Bruno Bettelheim ha manifestado que en el campo de la literatura infantil no existe otra cosa más enriquecedora que los viejos cuentos populares, no sólo por su forma literaria y su belleza estética, sino también porque son comprensibles para el niño, cosa que ninguna otra forma de arte es capaz de conseguir. Bettelheim, en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas, afirma que: “A través de los siglos (si no milenios), al ser repetidos una y otra vez, los cuentos se han ido refinando y han llegado a transmitir, al mismo tiempo, sentidos evidentes y ocultos; han llegado a dirigirse simultáneamente a todos los niveles de la personalidad humana y a expresarse de un modo que alcanza la mente no educada del niño, así como la del adulto sofisticado. Aplicando el modelo psicoanalítico de personalidad humana, los cuentos aportan importantes mensajes al consciente, preconsciente e inconsciente, sea cual sea el nivel de funcionamiento de cada uno en aquel instante. Al hacer referencia a los problemas humanos universales, especialmente aquellos que preocupan a la mente del niño, estas historias hablan a su pequeño yo en formación y estimulan su desarrollo, mientras que, al mismo tiempo, liberan al preconsciente y al inconsciente de sus pulsiones. A medida que las historias se van descifrando, dan crédito consciente y cuerpo a las pulsiones del ello y muestran los distintos modos de satisfacerlas, de acuerdo con las exigencias del yo y del super-yo” (Bettelheim, B., 1986, p. 12-13)

Conforme a lo señalado por Bettelheim, no cabe duda de que casi todos los cuentos que provienen de la tradición oral abordan el mismo tema: la sublimación de los conflictos emocionales y los problemas existenciales que aquejan a los niños. No es extraño que las niñas, que son víctimas de abusos sexuales, asocien a sus violadores con los personajes “malditos” de los cuentos populares, cuyos protagonistas -lobos, ogros, gnomos, brujas y otros- se tornan en individuos del mundo real.

Si bien existen libros pedagógicos que ayudan a desarrollar las funciones cognoscitivas del niño, existen también libros que ayudan a superar los traumas psicológicos por medio de la ficción y el lenguaje simbólico, que representa cosas que no están al alcance del entendimiento humano. Ya Carl G. Jung, en “El hombre y sus símbolos”, dice: “usamos constantemente términos simbólicos para representar conceptos que no podemos definir o comprender del todo. Esta es una de las razones por las cuales todas las religiones emplean lenguaje simbólico o imágenes. Pero esta utilización consciente de los símbolos es sólo un aspecto de un hecho psicológico de gran importancia: el hombre también produce símbolos inconscientes y espontáneamente en forma de sueños” (Jung, C.G., 1995, p. 21).

La tesis de Betellheim parte de la base de que todos los cuentos populares reflejan la evolución física, psíquica, intelectual y social del niño; por ejemplo, el fracaso del egocentrismo, la soledad y falta de afecto, la satisfacción del deseo (casa de chocolate) y el triunfo sobre el peligro (la bruja) está simbolizado en el cuento “Hansel y Gretel”; el complejo de Edipo en “Blancanieves”; la pubertad en “Caperucita roja”; la rivalidad entre hermanos en “La Cenicienta”; el temor sexual en “La Bella y la Bestia” y el incesto en “Piel de asno”, un tema tabú del que todos saben algo, pero del que pocos se atreven a hablar. El rey y la reina simbolizan a los padres, la flor al desarrollo sexual y la casa a la seguridad y armonía en el hogar. El árbol simboliza la vida, el crecimiento o la maduración física y psíquica del individuo. Así como el perro simboliza la fidelidad, las aves simbolizan la libertad y la ayuda; esto ocurre en el cuento de “La Cenicienta”, cuando su madrastra echa ante ella un montón de guisantes buenos y malos y le dice que los separe. Aunque parece una tarea imposible, Cenicienta comienza, pacientemente, a separarlos y, de pronto, las palomas (los ratones, según otras versiones) acuden a ayudarla. Asimismo, la rama que Cenicienta planta en la tumba de su madre, se convierte en un árbol, en cuyas ramas vive un pájaro que, cada vez que Cenicienta llora, le concede sus deseos; por lo tanto, el árbol y el pájaro simbolizan el espíritu o la reencarnación de la madre de Cenicienta.

En el cuento de “Blancanieves”, justo cuando ésta yace en el ataúd de vidrio, que simboliza su muerte espiritual, tres pájaros acuden a llorar junto a los siete enanitos; la lechuza (pájaro de la muerte y la sabiduría), el cuervo (pájaro de Odín, jefe de las fuerzas oscuras) y la paloma (pájaro de Afrodita, de la inocencia y el amor). Los tres pájaros, aparte de constituir piezas claves en la trama del cuento, simbolizan un número mágico que también aparece en otros cuentos. El genio en Las mil y una noches concede tres deseos a Aladino; tres son las dificultades o pruebas que deben vencer los héroes de los cuentos fantásticos para liberar a la mujer amada y coronar su triunfo; tres veces la madrastra de Blancanieves visita la casa de los siete enanitos. “En su primera visita, disfrazada de una vieja buhonera, intenta estrangular a la hijastra con un corsé (no un “lasito” como dice la versión española), dramatizando su deseo de contrarrestar la pubescencia en proceso de la joven. Blancanieves, medio muerta, es reavivada por los enanos, y el espejo informa a la reina malvada del hecho. En la segunda visita la madrastra le da un peine envenenado, que igualmente la deja 'como muerta'. El envenenar los cabellos parece ser otro signo de la culpa que la madrastra le achaca a Blancanieves por crecer. Esto es confirmado por la tercera visita, después de que los enanos nuevamente procuran salvarla. Esta vez la madrastra, disfrazada de campesina, le ofrece una manzana 'con un veneno de lo más virulento'. La bruja come de la mitad blanca para demostrar su inofensividad, pero cuando Blancanieves la recoge y come de la mitad roja, se desmaya con la manzana atorada en la garganta” (Heisig, J.W., 1976, p. 76).

El siete es otro de los números mágicos en los cuentos populares. Ahí tenemos a los siete enanitos en el cuento de “Blancanieves”, quien se convierte en una niña hermosa a los siete años. Siete son los colores primarios, siete los días de la semana, siete los planetas de la antigüedad, siete las virtudes, siete los pecados capitales, siete los misterios, siete las maravillas del mundo y, según el mito de creación, el séptimo día es sagrado y de descanso.
Los animales salvajes simbolizan los conflictos no resueltos y los instintos de agresión. La víbora y el elefante, por su forma, pueden simbolizar la masculinidad, mientras que la manzana (los senos de la madre) es un viejo símbolo del amor y el matrimonio, pero también del peligro y el pecado. En la Biblia se dice que Adán y Eva incurren en el pecado por comer la fruta (manzana) del árbol de la ciencia del bien y del mal. La madrastra de Blancanieves, asaltada por los celos y la envidia, le procura la muerte con una manzana envenenada. De otro lado, el color rojo o colorado de la manzana -simbolismo extensamente repetido en ritos primitivos de la pubertad- representa la menstruación, la culminación de la etapa latente y la maduración sexual; lo mismo que la caperuza roja es un atributo de la primera menstruación de Caperucita roja, quien, aparte de sentirse acosada por la sexualidad masculina, es capaz de concebir y ser madre desde el punto de vista biológico.

La belleza está simbolizada por el color rojo, blanco y negro. De ahí que el cuento de “Blancanieves”, en algunas versiones, comienza con un rey y una reina que viajan por un camino cubierto de nieve, circunstancia en que el rey dice: “Deseo tener una hija blanca como la nieve“, Más adelante, al divisar un hueso lleno de sangre, exclama: “Deseo tener una hija con las mejillas rojas como la sangre“ y cuando ve a tres cuervos, volando a cielo abierto, el rey dice: “Deseo tener una hija con los cabellos color de cuervo”. En otras versiones modernas, el cuento comienza así: Es invierno y la nieve cae como ovillos blancos. La reina está cosiendo junto a la ventana, cuyos marcos están decorados en ébano. De pronto, la reina se pincha en la mano y saca el dedo herido a través de la ventana, dejando caer tres gotas de sangre sobre la nieve. Entonces se dice: “Quiero tener una hija blanca como la nieve, con las mejillas rojas como la sangre y los cabellos negros como el ébano“.

El complejo de Edipo, ese conjunto de sentimientos amorosos y hostiles que cada niño siente en relación con sus padres (atracción sexual hacia el progenitor del sexo opuesto y odio hacia el del mismo sexo, que considera rival), está simbolizado en varios cuentos populares. . Ahora bien, ¿qué es el complejo de Edipo? Según refiere una de las tragedias griegas, un oráculo había predicho que Edipo, hijo del rey de Tebas, mataría a su padre y se casaría con su propia madre, profecía que se cumplió fatalmente. Los psicólogos -a partir de Freud- designan con este nombre la atracción que el niño -alrededor de los 4-6 años de edad- experimenta por el progenitor del sexo contrario.

En los cuentos populares, de un modo general, el conflicto de Edipo está representado por el héroe que mata al dragón para liberar a la princesa; un hecho que simboliza la rivalidad inconsciente que el niño experimenta contra el padre (dragón) y el amor desmedido que siente por la madre (princesa). El conflicto de Electra, a su vez, está representado por Cenicienta y Blancanieves, quienes, en procura de liberar el amor sojuzgado del padre, se enfrentan a la crueldad de la madrastra, figura que, desde el principio, encarna el peligro y la maldad. Empero, valga aclarar que el complejo de Edipo, en algunas versiones adaptadas para los niños, es apenas una sugerencia sutil, debido a que un mensaje más directo podría provocarles angustias y ahondar sus conflictos emocionales.

El tema de la envidia y la rivalidad entre hermanos está simbolizado en el cuento de “La Cenicienta”, quien no sólo es presa del trato inhumano de su madrastra, sino también del odio y la envidia de sus hermanastras. Otros símbolos constituyen el zapato de cristal (en la versión antigua era una zapatilla de cuero suave), que Cenicienta pierde al salir de la fiesta, en la ceniza (símbolo del desprecio y la humillación), en el árbol que planta en la tumba de su madre y en el príncipe que la revive y la toma por esposa.

El narcisismo de la madrastra de Blancanieves está simbolizado por el espejo mágico y la madurez sexual por el corpiño, el anillo y la manzana. Si la combinación del color rojo, blanco y negro es símbolo de belleza, entonces el “Príncipe sapo” y “la Bestia” son símbolos de la agresividad inconsciente de la personalidad humana.

El incesto, al menos como intento, aparece expuesto en “Piel de asno”. Todo comienza con un rey todopoderoso, amado y respetado por su pueblo, y una reina que, sintiendo acercarse su última hora, le dice al rey: “Cuando te vuelvas a casar, júrame que lo harás con una princesa que sea más bella y mejor formada que yo.” El rey le jura que así lo hará. Sin embargo, al cabo de un tiempo, no resiste a la tentación de pensar en la princesa -su hija-, quien no sólo es bella y admirablemente bien formada, sino que sobrepasa en mucho a la reina -su madre- en donaire y encantos. De modo que el rey, seducido por la juventud y belleza de su hija, decide tomarla en matrimonio. La princesa, consternada por la actitud de su padre, le ruega no obligarla a cometer un crimen. Mas el rey no desiste en su propósito y manda a preparar la boda. La princesa pide ayuda a la Hada de las Lilas -su madrina-, quien, para salvarla del dolor y el infortunio, le aconseja pedirle al rey la piel de un asno. Entonces el rey, obsesionado por casarse con su hija, no le niega su deseo y deja matar a su asno preferido. La princesa se disfraza con la piel del animal y huye del palacio sin ser reconocida. El rey moviliza a sus guardias y mosqueteros para dar con el paradero de la princesa, quien se convierte en fugitiva y llega hasta tierras lejanas, donde contrae matrimonio con un príncipe que la pone a salvo del incesto y la conducta perversa de su padre.

La relación de las niñas con su sexualidad está reflejada en varios cuentos. Pero quizás el más representativo sea “La Bella y la Bestia”. La versión más conocida de esta historia cuenta cómo la Bella, la menor de cuatro hermanas, se convierte en la favorita de su padre, debido a su bondad desinteresada y su actitud cariñosa. No obstante, lo que desconoce la Bella es que, al pedir una rosa blanca, pone en peligro la vida de su padre y las relaciones ideales con él, pues la rosa blanca es robada en el jardín encantado de la Bestia, quien, llena de cólera, le impone el castigo de que en el lapso de tres meses debe entregarle a su hija menor, a cambio de poner a salvo su vida. Así es como la Bella se ve obligada a vivir con la Bestia, hasta el día en que, redimido por el amor, vuelve a su condición humana trocado en un hermoso príncipe. De entrada, el cuento simboliza la animalidad integrada en la condición humana, pues en muchísimos mitos y cuentos populares se habla de un príncipe convertido por arte de hechicería en un animal salvaje o en un monstruo, que es redimido por el beso y el amor de una doncella; un proceso que, según el psiquiatra M-L. von Franz, simboliza la forma en que el ánimus se hace consciente. En muchos mitos, el amante de una mujer es una figura misteriosa y desconocida que ella nunca debe ver y al que sólo puede encontrar en la oscuridad. De lo contrario, si enciende una luz y revela su identidad, corre el riesgo de no redimirlo de su condición monstruosa. El ejemplo está en la doncella Psique, quien era amada por Eros, pero tenía prohibido que intentara mirarlo. Eros la visitaba sólo por las noches y desaparecía al despuntar el alba. Las hermanas de Psique le advirtieron que el hombre con quien vivía era un monstruo horrible que no se atrevía a mostrarse a la luz del día. Entonces Psique, curiosa por descubrir el misterio que guardaba su amante, encendió el mechero y se enfrentó a la hermosa imagen del hombre que dormía a su lado. Pero como estaba nerviosa y sorprendida, agitó el mechero y dejó caer una gota de aceite sobre el hombro de Eros, quien despertó y la abandonó por haber visto lo que no debía. De modo que Psique pudo recuperar su amor sólo después de larga búsqueda y muchos sufrimientos.

Cabe añadir que en los cuentos populares, como en gran parte de los cuentos de la literatura infantil moderna, existe una dicotomía maniquea entre los personajes, cuyos atributos representan la bondad o la maldad, dependiendo del rol que se les asigna en la trama del cuento. Las fuerzas del bien están simbolizadas por el protagonista central y los personajes secundarios -el príncipe, las hadas, las palomas y los magos-, entretanto las fuerzas tenebrosas del mal están simbolizadas por los personajes -humanos y animales- que representan la insensatez, la astucia y el peligro, como es el caso del lobo feroz, los gnomos, las brujas y los ogros.




* Víctor Montoya nació en La Paz, Bolivia, el 21 de junio de 1958. Escritor, periodista cultural y pedagogo.

Fuente: Ciudad Seva

miércoles, 9 de marzo de 2011

Matilda: Más pasitos del cuento.

Matilda: Más pasitos del cuento.: "Cuentos del bosque nos trae la nueva entrega del cuento, aquí os la dejo: Uno a uno fue pisando el suelo de la isla y fue Milón quien se ..."

miércoles, 2 de marzo de 2011

Donación para la Biblioteca Popular Sarmiento

Estoy muy contenta!! Se materializó la gestión que realicé para conseguir una donación de libros para la Biblioteca Popular Sarmiento de Bariloche.
Gracias Laura Gutman y Editorial del Nuevo Extremo por tener en cuenta mi pedido.

Todo surgió en una visita a la BBTK con mis dos peques...
Estoy muy interesada en la crianza respetada y aunque me gustaría, no me es posible adquirir todos los libros que quisiera.
La cosa es que me acerqué a la Biblioteca Popular Sarmiento -de la que soy socia- y pregunté por libros de crianza en general y de Laura Gutman en particular. Cómo cuentan con poco material al respecto, me animé a contactarme con la web de CRIANZA y por intermedio de ellos con la editorial. (El no ya lo tenía... fui a conseguir el si!)


Resumiendo, les escribí contándoles la situación y recibí respuesta en menos de 24 horas, y lo que es más importante, es que fue positiva!

Muy contenta por haber podido aportar un granito de arena.
La Biblioteca Popular Sarmiento, como todas nuestras Bibliotecas populares no están en la mejor situación.

Si podés, hacete socio de alguna Biblioteca Popular. Las cuotas son muy accesibles y los beneficios son muchos.