jueves, 31 de marzo de 2011

Exigencia en las escuelas y maltrato psicológico en las escuelas.

Por Carina Tacconi

Exigencia en las escuelas,  una modalidad de vínculo cargada de violencia psicológica que genera desequilibrios  graves en los niños de hoy.
Inseguridad, ataques de pánico, extremo control, miedo, síntomas físicos, desgano, parálisis, tristeza aguda, son algunos de los síntomas que aparecen por el uso de este recurso inhumando.
                    “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”
                                                                                                                               Albert Einstein

Los niños de hoy poseen capacidades naturales, innatas muy marcadas, solo es necesario detenernos, salir de nuestra soberbia, mirarlos y escucharlos en profundidad para comprobar que esto es así.
Las capacidades que estos niños tiene por naturaleza son: extrema sensibilidad e inteligencia emocional, aguda percepción del mundo psico, emocional y espiritual de las personas que los rodean, altísimos grados de percepción e intuición, tienen una mente más desarrollada que la del mundo adulto dado que pueden manejar diferentes niveles de conciencia, esto los lleva a aprender mucho más rápido, a tener capacidad de atender varias cosas a la vez,  capacidad de autogestión y si se les permite pueden ser autodidactas en temas que les resultan de sumo interés, pueden reconocer y nombrar el autoritarismo, la injusticia, las incoherencias del mundo adulto, sus metas, sus propósitos,  y el maltrato psicológico con una facilidad increíble, pueden expresar con claridad aquello que piensan y sienten  pagando muchas veces costos altos. Su cerebro, con sus dos hemisferios activos y trabajando sincronizados les da la capacidad de ver y percibir la realidad de un modo no lineal y estructurado, por eso tienen un alto sentido de la justicia, sensibilidad ecológica, capacidades psíquicas altísimas y un nivel de percepción del mundo físico, emocional y espiritual diferente al niño de otras generaciones.
El niño de hoy ha cambiado y su modo de aprender también.  Con este cambio las madres, los docentes y las instituciones educativas se ven invitadas u obligadas a cambiar o a desequilibrar y dañar a los niños.
El sistema educativo tradicional, no mira al niño de hoy con amplitud de conciencia.  Y si lo mira lo reprime exigiéndole que se ajuste a un modelo que resulta ineficaz y limitado para ellos y las capacidades naturales que traen de nacimiento. Esta realidad, hace que el niño no aprenda en su escolaridad a sentir Amor por aprender, todo lo contrario, detestan ir a la escuela. Por obligación, miedo a ser rechazados,  no integrados, discriminados, enjuiciados,  descalificados,  van reprimiendo su verdad interna y su potencial para acomodarlo a lo que el afuera le pide. Con  gran esfuerzo aprender a silenciar su naturaleza, a limitarse y acotar su funcionamiento a la capacidad de pensamiento racional. Estimulada en exceso  su capacidad de incorporar conocimientos (Hemisferio izquierdo del cerebro) y reprimido su potencial natural (Hemisferio derecho), comienzan, tarde o temprano a manifestar desequilibrios primero de orden emocional, luego psicológicos y después  físicos. Miedo, extremo control, pánico, ataques de llanto o ira, enojo con la autoridad, rebeldía, apatía, hasta depresión y fobias. Dejan de dormir, pueden hasta llegar a no control esfínteres, a temer que los padres desaparezcan.
Si a esta realidad se le suma además el maltrato psicológico usado como recurso para someter aún más su naturaleza y conseguir más resultados intelectuales, los desequilibrios y las sensaciones internas que pueden experimentar los niños de hoy pueden generar daños graves que llevará mucho tiempo y esfuerzo sanar. En mi experiencia me ha tocado acompañar niños de 9 años de edad, con intentos de suicidio, ataques de pánico que les imposibilitaban responder a requerimientos básicos como salir de la casas, separarse de los padres o entregarse al sueño. Su estructura psicológica queda en estado de tensión y alerta permanente. A mayor exigencia y maltrato psicológico, mayor manifestación de la parte reprimida, una parte que estuvo siempre pero que ahora aumenta su voz y su presencia usando el lenguaje que nadie puede silenciar, el emocional o el físico.
Esto sucede, esto se ve, esto lo vivimos a diarios madres, docentes e instituciones.
¿Qué esperamos para cuestionarnos, para desconfiar de las certezas que nos protegen y nos mantienen en un lugar “seguro”, qué esperamos para responsabilizarnos de aquello que estamos aportando para que nuestros niños sufran como lo están haciendo?
El niño de hoy no necesita métodos arcaicos cuya función principal sea la de mantenerlos quietos y obligarlos a incorporar conocimientos que quedaran desactualizados antes de que terminen la escolaridad. El niño de hoy aprende a partir de la experiencia y la liberación de sus capacidades naturales y la instrumentación de sus dones. Los niños de hoy piden educación además de  instrucción. El sentido de la palabra educar es Dar a luz lo que tenemos dentro.
El sistema tradicional, aquel al que nos sometimos los adultos silenciando nuestra naturaleza, “sirvió” para nosotros, niños que no siempre nos dimos el permiso para nombrar lo que sentíamos y defender nuestros puntos de vista. Pero este sistema no sirve para los niños de hoy puesto que su naturaleza y potencial es tan grande que se expresa con palabra, con síntomas emocionales, psicológicos o enfermedades físicas.
¿Qué estamos esperando para evolucionar?¿Qué costos tendrán que pagar nuestros niños para que el mundo adulto los escuche y se atreva a ver más allá de su limitada mirada?
Las madres somos las primeras responsables, nos toca mirarnos y ver qué hacemos para defender y cuidar con firmeza a nuestros hijos  de un sistema cada vez más inhumando y depredador. Salir del rol  sumiso que nos hace pecar en aceptación, incluso de cosas que dañan lo que decimos amar más y ser la voz del cambio que nuestros niños piden a gritos cargados de una mezcla de pánico y valentía y salir con fuerza a pedir el cambio en las instituciones.
            La decisión es nuestra dado que el cambio empieza  SIEMPRE por uno mismo.
Carina tacconi

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